La
ciudad de Toledo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en
1986, está enclavada en un promontorio rocoso rodeado por el río Tajo.
Considerada
por muchos como una Segunda Roma, Toledo no deja de ser una ciudad
única. Única en sus detalles, su historia, su cultura y su encanto. Las
tres culturas de las religiones musulmana, la hebrea y la cristiana
dejaron su huella en esta peñascosa pesadumbre y cuna de civilizaciones
-como decía Cervantes- abrazada el Tajo, testigo de la impronta de todos
los pueblos de la Península Ibérica.
A
lo largo de los siglos, la capital de Castilla-La Mancha ha sabido
conservar un patrimonio arquitectónico, artístico y urbano milenario e
inigualable. Iglesias, sinagogas, mezquitas, conventos, murallas,
puentes, torreones y un sinfín de combinaciones culturales y artísticas
que guardan sus edificios hacen de Toledo un museo al descubierto
singular.
Perderse
entre sus estrechas callejuelas, plazas y jardines convierten su visita
en una experiencia sin comparación. Hecha para caminar por sus largas
cuestas y mirar sobre su horizonte, sobre Toledo se levantan un buen
número de monumentos, rodeados de inolvidables rincones y espacios que
despiertan sensaciones a ojos de quienes la visitan y de quienes tienen
la suerte de vivir en ella.